SE LLAMABA

SE LLAMABA COLUMBA CAMPILLO

Regresamos el domingo a Veracruz desde San Cristóbal, después de pasar una semana de reflexión con los compas zapatistas, sobre nuestras luchas del día a día y nuestras resistencias: sobre cómo vivir sin conciencia, cómodamente cerca del clima, con los pies secos y los ojos cerrados ante las injusticias, ante las desigualdades, ante el racismo hacia las comunidades indígenas, o el odio hacia las mujeres, esperando a que pase el camión de la basura y se lleve diariamente lo que tiramos, sobre los placeres de una vida tranquila, lejos del activismo y de los que sufren y mueren o desaparecen, fácilmente entre atardeceres tibios en la playa, entre glorias, mangos con chile y caguamas.

O sobre cómo acercarnos a participar con los que crean alternativas para otros mundos mejores. Sobre cómo confiar en el gobierno, en la justicia, en la democracia y en ésta sociedad occidental globalizada, en el capitalismo o en el estado de bienestar o de derecho, o sobre cómo nos organizamos como sociedad para que no nos pisen nuestros sueños y libertades.

Cómo luchar para que no nos aniquilen, para ser los dueños de nuestras tierras y recursos, para que no nos conviertan o nos convirtamos en mercancías, o en esclavos, por necesidad, a cambio de medicinas gratis para nuestros hijos en época de campañas electorales, o por necedad, porque no queramos creer que gobierno y narco son los mismos, o por egoísmo, porque no queramos compartir, porque temamos perder, porque nos guste el poder sobre los demás .

Cómo abrazar a los que lo han perdido todo, a los que hoy están muertos, o a los amordazados; con todas estas preguntas, rumiando, nos subíamos al autobús nocturno, con el pasamontañas todavía en nuestras cabezas, nos despedíamos de los territorios autónomos de Chiapas.

Tuvimos que esperar a las afueras de SanCris, antes de llegar a uno de los peajes, hasta que llegara otro de los autobuses de la ADO, para tratar de evitar posibles asaltos, ya que las estadísticas dicen que ir en convoy mejora la seguridad. Un rato después de iniciar de nuevo la marcha, nos pararon, y subieron una mujer y un hombre con unas linternas, vestidos de azul marino. La mujer se estuvo interesando muy a mi pesar, pues yo estaba tratando de dormir a pesar del desmadre, por si viajaba sola o acompañada, y me cacheó sin identificarse, ni pedirme identificación. Al darse cuenta de mi estado de buena esperanza me estuvo preguntando a ver cuánto había engordado en el embarazo anterior, para terminar afirmando: Seguro que va a ser niña.

Llegamos a Veracruz cuando amanecía, y nuestra familia nos informaron que habían encontrado muerta en Boca del Río a una niña que había desaparecido cuando había salido a correr por el paseo marítimo, que por aquí creo que llaman bulevar.

La habían levantado, habían pedido un rescate, la habían violado y finalmente matado.

En la tarde estaba organizada una manifestación, que no tenía previsto reclamar al gobierno, porque no era política, sino el puro dolor de las víctimas. La fiscalía ya había dado todos los detalles a la prensa, ya estaban detenidos los culpables, ya estaban todos los cabos atados. Ya sólo quedaba esperar a que los asesinos cumplan con las penas, a lo que se comprometía el fiscal personalmente.

Nosotros no fuimos. Hasta ayer descansamos, pero cuando salimos a pasear, nos encontramos con la fotografía de Columba Campillo, con el crucifijo, con las velas y las pancartas en el asta, que fue donde terminó la marcha. Se nos acercó una mujer a preguntarnos, cuando nos vio con la cámara de fotos, le explicamos lo que sabíamos y se fue murmurando que pensaba que había pasado algo importante.

COLUMBA CAMPILLO
COLUMBA CAMPILLO

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