Baldosas rotas, mis pies en chanclas, montones de arena, teñidos de mugre, agujeros negros, remojados, cansados, piñatas que cuelgan por debajo de las palomas, de aguas fétidas, la luz por los ventanales, es mediodía, y las máscaras de la muerte, a contraluz, los ventiladores, la jarana que nos rodea, y desde tu televisor, cócteles «vuelve a la vida», en cada esquina: norte, sur…gente, anuncios, masa fresca, pollos, pescados, chicharrón, caracoles, piñas, cocos, aguas, mantecas, chiles, plantas medicinales…Encuentro tu faro a lo lejos, suena a demolición, dentro y fuera, músculo y máquina, drenan el subsuelo, corro, tiembla, me balanceo como si el mar, y un aroma penetrante, a dulce y a sudor, como si una libélula, me detiene, cruza por mis anhelos, me agarro a un taburete, tropiezan mis tobillos,
con hielo, por favor.
padre!!!
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De la altura del techo de láminas de asbesto retiembla un pasado efímero que a la vez fue trascendente. Un tronido profundo que estampa sellos dotados de colores graves y certeros penetran el sentido del que no se puede escapar. Esa voz…
«La voz del mercado Hidalgo», es el lema que no se escucha, pero se presenta en cada comercial que penetra los oídos, causando la impronta del contenido y de la forma.
En el contenido, comerciales que reflejan al contexto: Zapatos, telas, artículos deportivos, cosméticos, medicinas, papelería, paletas, artículos de oficina, muebles, dulces, hoteles, peluquerías, reparación de calzado.. un Aleph penetra la mente, cerca del cerebro y hace eco del murmullo. Te avisan si está frío o caliente, si es para niños o señoras, si abre de martes a domingo, si llevas dos por uno y hasta qué temporada estas viviendo.
En la forma está la elegancia. Firmeza de la voz e integridad del espíritu.
No son los ojos el reflejo del hombre, es la esencia misma la que ondula por el aire por las cuatro esquinas del inmueble.
Corre por las calles hasta el parque y el teatro, entra por los locales y las casas, zigzagueando los techos de los ambulantes, se sienta junto a las marchantas que venden pescado y se confunde con el olor de otros pregones.
La voz tiene cuerpo, el cuerpo tiene alma, el alma tiene nombre, el nombre se diluye y se hace uno en la historia.
En el común denominador de este relajo está formada una familia.. la familia del Mercado Hidalgo. No para todos, nada para siempre, pero el eco de ese momento no se pierde, permanece, queda atrapado en el recuerdo, en las cabezas con orejas. Es solo una probadita de un andar muy largo y consistente. que sabe llegar a las personas a través de los edificios y el run run de los camiones.
Radio Mercado Hidalgo, le decíamos.
La época permanece en cada aun después de que se va con los minutos.
¡Gracias Don Francisco!
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