Una mujer que ronda los cuarenta, cesárea previa, primípara, pues, descalza camina por la playa.
La marea está muy baja.
Un útero con cierto riesgo de ruptura, en un tanto por ciento, un trabajo de parto previo, infructuoso, una cicatriz horizontal, unas clases de preparación inacabadas, una ilusión que no pudo prosperar, descansa sobre unos troncos que flotaron río abajo, con la ultima tormenta.
Es época de lluvias. Agitados relámpagos despiertan nuestros descansos.
Unos tobillos hinchados, una historia clínica repartida entre hospitales públicos y clínicas privadas, equipos diestros y siniestros, ecografías de más y de menos, negligencias y ciencias en alta resolución, mentiras y ficciones: cascos, malformaciones y huesos de titanio, recorren un nuevo desenlace, incierto, definitivo, mientras la luna llena se completa encima de sus cabezas.
Horas para la última luna blanca de Annia.
Un traslado de urgencias, una ambulancia desde la Diagonal a la montaña de Sant Joan de Deu, un diagnóstico equivocado, un embarazo dulce con demasiados controles para prever posibles complicaciones que no se dieron, hasta el trabajo de parto, para garantizar un éxito, que fue inexistente: Rotura de aguas cuando no tocaba, semana 35, viernes noche, Ciudad Condal. Yaan se adelantó, sin más explicaciones. Nadie vigilando.
Yaan que no sabemos qué imagina que hay dentro de la panza, aunque sepa nombrarla.
Otro horizonte, ya en el pasado, otros atardeceres quedaron muy lejos: el frío del quirófano, la tiritona y el miedo, la tupida mata de pelo negro del indígena, las contracciones sin dolor, la oxitocina para la inducción, la epidural y finalmente la anestesia general, la cesárea y la soledad de las mamas sin leche.
Oscureció y amaneció, oscureció y amaneció, y pasaron dos aniversarios.
4.24 de la madrugada en el nuevo continente, duermen nómadas, se mueven juntos, respiran mutantes. Noche de Sant Joan, 23 de la Diáspora, sudando, de cara al golfo, frente al alumbrado del faro de sacrificios, rodeados de cangrejos.
La nueva manada y una nueva oportunidad: Quién decidirá si el día o la noche, la hora del tiempo, su cuándo y el cómo. Quién sino es ella. Nosotros esperando, truenos a lo lejos. ¿Ella? Ella pesa, gravita, me posee. Naturalmente debería encontrarse con su alimento en mis pechos que aguardan acumulando peso, y respirar fuera del agua, como un anfibio.
Hacemos el amor y gateamos para que te encajes en mi pelvis, contra reloj, contra pronósticos, a contratiempo, antes de que el medio en el que flotas se acabe secando, y otra bata blanca con otro cuchillo te abra el mismo camino cuya cicatriz recuerda mi vientre: El canal de Yaan.
La verdad es la ficción de la ciencia. Se dice Oligohidramnios.
Mi ficción es mi verdad de lo imaginal: Soñar despierta. Mirar a la luna para alimentar un camino, femenino, vaginal.
Imagino tu belleza. Doblo tu ropa y me preparo para el momento. Nuestro destino por llegar en barco a un nuevo puerto.