Quieta
reflexiva
en la cama sin dormir.
Queriendo dormir.
Comienzo la travesía
en busca de un lugar amable
dentro de mi.
Tormenta de granizo persistente
monótono y conocido
reconocido.
Me atormenta:
Estoy gritándoles a mi madre y a mi hermana porque se están deshaciendo de mi ropa, la están sacando del armario porque dicen que no tienen el espacio suficiente, y yo ya no puedo cargar más con ella, porque allá donde me dirijo camino desnuda.
Son mis bufandas las que guardan en bolsas de basura negras.
Me doy media vuelta
les doy la espalda
busco un piloto verde, señalo aquel
que en alguna era prehistórica del antiguo Messenger
me reconfortaba, porque significaba que: estás conectado,
lejos, en otro horario, pero estás ahí
cerca.
Una presencia que se me aparece
y que se interesa.
Unas horas al día de confort,
y de risas, un amigo al que acudir
un manantial, recuerdo de agua del cielo
en la cumbre de una montaña,
inesperado.
El persistente sonido del revoloteo de alas de un mosquito me pone en marcha.
La oscuridad clarea.