Gorda

EL INTERIOR

En universo aburrido…

Horas obscenas y líquidas, transparentes y escurridizas. Alimentadas por alientos calientes y fríos,

jadeos rápidos y lentos, egos podridos y relucientes…

El tiempo recorría libremente el espacio a través. Nosotras rodábamos por nuestras propias carnes con la gravedad, dibujando ondas previsibles únicas, por la superficie de la mesa, cerca de la fuente.

Orbitas de Dios, danzábamos como una entera, a través de tu respiración. Hasta que un domingo cualquiera, intuí mi propia frontera, la burbuja de aire que me rodea, mi piel manchada. Escuché: mi nombre- me lo aprendí, me lo enseñaron. Era diferente de mi hermana. Una niña única.

En mi clase nadie se llama como yo, mamá.

Fuera del líquido, lejos de mi madre, comprendí que era todavía muy joven, desobediente en lo fundamental y demasiado tímida, en relación a los demás. Conté, leí y escribí en la escuela. ¿Era niño o niña?, me decían YAAN.

Tenía por delante los próximos años para preguntarme y comportarme bien, para llegar a casa cansada; menos joven, más obediente para finalmente ilustrar un triunfo fácil en las redes sociales. Respuestas de mis locuaces compañeras del trabajo. ¿Tenía tiempo para convencer a los demás? Aún tenía por delante, años para practicar. Y mi propósito intacto y tu aliento. Era una privilegiada que no quería dejar de comer. Voraz, afortunada, rica, gorda, rebosante.

Una vez y otra segunda vez. Al fin repleta, colmada, agradecida. Pero nunca en exceso.

Sin embargo un domingo comencé a teñirme la piel. Me habían salido unas manchas oscuras por toda la cara y me avergonzaban. Pelos en el pecho, en el bigote, en las ingles…granos, verrugas, manchas, agujeros. Inauguré mi guerra particular a la contra. Me puse de frente, con morros y puños, a replicar.

No estoy de acuerdo.

Cuchillas y cremas, ceras, anti-ojeras y demás soldados del temible ejército de una guerra química, contra todos los feos vivos; a favor del maquillaje, la distancia y el photo-shop. A favor del FAKE y de Instagram.

De semejantes proclamas nació un lugar inexistente, el salto al vacío de una existencia disponible, la pérdida del tiempo y finalmente, mi emancipación.

Una vez remotamente de mi padre y de mi madre, me enajené con todo lo que pude. Bailé hasta agotarme por diversión entre profundas fantasías oscuras, de otras mentes dementes, adentro de burbujas separadas (amigas y enemigas), en todos los clubes sociales de los ricos. Sin saberlo, me apliqué para imitar a «las mías» lo más lejos que pude,

desde otras órbitas solares hasta encontrarte, tan cerca de mí.