y me doy cuenta de que luego me molesta cuando me ponen la etiqueta de Grinch, por eso, ¿soy una grinch?
Mejor me explico: Soy una Grinch desde que nací, pero deja de juzgarme porque_
mi madre es una mala persona. ¿Te lo puedes imaginar? Y si…existiera!
Un día tú llegas a este mundo real, donde tu p.madre es la p.bruja del cuento, y en tu adolescencia destrozas la Walt Disney?
Ella, tu p.madre le cuenta a la policía y en un juicio: que estás completamente loca y se ríe de tí.
Osea que te toca en la vida una mala zorra manipuladora, una gran farsa que socialmente parece muy adecuada, pero en tu intimidad: el maltrato psicológico y el terror son permanentes.
Yo, desde que tengo recuerdos de mi madre, quise cambiarla por otra, pensando que me tocaría SEGURO algo mejor.
Desde que nos recuerdo siento verdadero asco. Desagrado, rechazo y sí…también cierto odio, muy infantil.
Mis recuerdos de infancia en todos mis cuadernos de viaje.
En otro universo paralelo
nazco y mi madre me abraza y me duerme y me lee cuentos.
Me hace cosquillas y se ríe conmigo, me acompaña a las clases. Habla con mis amigas como si estuviera interesada en mi vida...En otro universo paralelo en donde existen los felices días de la madre, donde todas son buenas y la mía: la más!
Mejor.
Tú en cambio te dedicaste a viajar, nos dejaste comida en el congelador con letreros y un menú. Y los libros me los leyó la Otra. «La historia interminable», se llamaba Marina.
Gracias.
Escucho hoy por aquí y por alla, me llegan mensajes por grupos de Wassap, año detrás de año, convertidos en una gran moda: Feliz día de la madre!
Le he comprado un ramo de flores a mi mamá, he ido a comer a su casa con mi hermana…
Yo también lo he hecho, no voy a agacharme.
Pero no mames, guei.
¿Se puede decir o no?
Las madres, no lo son todas...parezcan lo que parezcan!
Muchas madres, o simplemente la mía, para aludirme:
no son lo mejor que nos ha pasado a la Humanidad.
Perdón.
Y yo no soy el Grich, sino el Chivo de una mamá narcisista.
La escritura, la lectura, la amistad, la investigación, la curiosidad, las herramientas, la Universidad, la Cultura, la espiritualidad, el maestro.
La materia, la Iglesia, la rutina, el yoga, la autoexigencia y la meditación.
Las estrellas, las drogas,las evasiones, la creatividad, el amor, el deber, la moral, las obligaciones, el sendero, el viaje, el progreso, el control, la huída, la intensidad, el mantra, la oración.
La Comunidad. Las piñatas.
¿En dónde me encuentro?
El sufrimiento y la separación:
todavía, en tu duelo…
La construcción del yo propio
y posterior deconstrucción, diaria…
Esta etapa, el silencio, el ser, la respiración, el aquí, el ahora,
Reaprendiendo a contar, nuestras propias historias.
Este fluir.
La transformación permanente.
Despertar y olvidarme
tener que empezar de cero.
La memoria, la concentración, Stop. Slow motion. Vacaciones un lunes.
¿qué de todas estas cosas: de las que escribo, de las que pienso, de las que nombro, de las que sueño, de las que comparto, de las que te pregunto, de las que opino, a diario… se quedaron conmigo desde que no estás, ¿cuáles se quedarán para siempre?
Mis apegos a mis cosas, mis balconcitos verdes, mis hojas.
¿Qué es lo que atraigo hacia mi?
¿Qué viaja conmigo? mis maletas,
¿Qué dejo atrás? ¿De qué me despido?
Ya no me es útil…
Mis preguntas: ¿Que soy? ¿Quién soy?
Soy todo esto a veces, pero no soy todo lo contrario.
Lo que quiero y lo que no quiero, soy, mis deseos.
Esta semana he escuchado pláticas sobre salud mental en la radio, y también he leído sobre el miedo en redes sociales. Pero siempre es una sorpresa para mí, cuando un vecino se suicida. Y ya me ha pasado dos ves. En España es muy precaria (y no es universal): la atención sanitaria de nuestra seguridad social a los millones de pacientes con “problemas mentales”, por falta de recursos públicos, sobre todo cuando el especialista descarta que haya un riesgo, con cierta urgencia, de autolesión, de suicidio, o que vayas a matar a tu jefe en el trabajo, a tus hij@s en casa…
Cuando puedes (más o menos medicado) llevar una vida normal- puedes ser productivo, entonces te quedas en tierra de nadie: eres una más de las “locas” no confesas, que vas a tener ciertas crisis de vez en cuando (más o menos frecuentes), que vas a tratar de solucionar con visitas al psiquiatra (más o menos periódicas), en función del diagnóstico profesional de intensidad, y de sus expectativas en cuanto a las consecuencias. Lo más común es que te receten antidepresivos y ansiolíticos, fundamentalmente. ¡Y que vivan las drogas!
Conozco a mujeres que se medican de por vida ( yo misma, adictas) con el riesgo que suponen las diferentes medicaciones para otros aspectos de una salud integral. Y ya, dependiendo de tu estatus y poder adquisitivo: en el mejor de los casos tendrás un psicólogo reconocido, que te recomendará ciertas terapias, ejercicios semanales y libros de auto-ayuda, más o menos bestsellers…y te auto conocerás, auto cuidarás y mejorarás en tu autoestima. De vez en cuando harás sesiones de mindfulness/yoga, te auto medicarás con plantas naturales, como es mi caso. En la mejor de las circunstancias: viajarás, formarás una bella familia y escribirás en un blog sobre procesos vitales y transformaciones.
Conozco de primera mano estas enfermedades: he sufrido crisis de ansiedad y de ira, he cuidado de mi padre con Alzheimer, y seguimos conviviendo mi pareja y yo, desde hace más de una década, con todos nuestros monstruos y depresiones, más o menos intensas. Ambos tenemos unas lesiones por traumas complejos, desde nuestras infancias. Así que también aprendimos bien tarde, cuánto hay que cuidar de nuestras emociones, desde que somos niños.
Y qué responsabilidad tenemos las madres-padres en todo esto de la continuidad cultural, en la falta de reconocimiento de las enfermedades mentales. Tenemos que compartir nuestros miedos, pero son pocos los espacios donde hablamos de nuestra vida emocional:
Nos da miedo mostrar delirios, debilidades, limitaciones, oscuridades, vergüenzas, problemas, verdades, frustraciones. Todos nuestros fallos comunes. No queremos compartir nuestros plurales humanos. Por miedo al rechazo.
Cuando vivimos completamente descentrados hacia afuera, queriendo agradar al resto: amigos, jefes, familiares, hijos… A costa de creer falsamente que cuando los demás nos miren con ojos de deseo, nos desearemos; con ojos de aprobación, nos aprobaremos; con ojos enamorados, cuando nos amaremos…
Acaso ¿será posible complacer a tod2s?
Cuando compramos con dinero nuestras ilusiones de vida perfecta y feliz, aprendemos a existir superando pruebas, exámenes vitales que pasamos con más o menos éxito. Nos exigimos la constancia y el progreso, hasta la muerte. Nos juzgamos a nosotros y al resto. Nos comparamos y damos por hecho que merecemos esa casa, esa familia, el amor, las vacaciones de verano, una profesión reconocida, una buena proyección, el vecindario tranquilo, un viaje exótico, un año sabático, Erasmus, una nómina, un contrato fijo y una pensión…por resumir.
Etc, etc.
Entonces, el primer fracaso, aunque en verdad sea fuente de liberación, lo vivimos con muchísimo sufrimiento. Todas fracasamos y lo ocultamos porque no nos gusta hablar de ello, preferimos pasar página rápido para evitarlo.
Tanto cuando se te dan bien las matemáticas y las notas del colegio te brillan, si además no te ha costado ningún esfuerzo sobresalir, obtener la primera medalla…distraerte satisfecha…
nace un miedo irracional, a veces complicado de escuchar porque puede aparecer, al principio, tan sólo en tus sueños. Y a la mañana siguiente te olvidas de ellos, para escalar nuevas metas.
Nace el miedo al fracaso, a que alguna vez te fallen las fuerzas el día menos pensado. Es también el miedo a ser un fraude, y a defraudar.
Como cuando no se te dan bien las matemáticas y tu madre permanentemente te compara con el 1ª de la clase, para hacerte comprender que eres un ser inferior, que no conseguirás ser como los demás, tampoco como tu hermana, a no ser que te esfuerces aún más, pero tú crees que te estás esforzando lo máximo y tampoco es suficiente para ella,
Aunque vayas con la lengua fuera a todas partes, cuando no consigues cumplir con las expectativas ajenas, también nace un miedo irracional, que puedes escuchar, tanto afuera a todas horas, porque es el miedo de tu madre y también el miedo de la sociedad que te rodea, como adentro, el miedo a que la voz de todos ellos sea la verdad.
Cuando te fusionas con esa voz, cuando entra dentro de ti y se agarra a tus vísceras, a tu tripa, conquista tu espalda, tus nervios, tu corazón y se cronifica. Entonces, hay que aceptarlo: con independencia de si se te dan bien o mal las matemáticas, de los éxito o fracasos que tengas en la vida, de tu propio juicio y del de los demás,
el miedo nace.
Más allá de tus fronteras, de tu madre y sus circunstancias, al margen de qué merezcas. Deshazte de la presión y siente el miedo,
cágate y sostenlo en tus brazos como a ese bebé que llora
para conseguir comer.
Sólo así conseguirás elevarte. Primero, obsérvalo nacer.