
Llegaron pasadas unas cuantas calamidades.
Esperaron, desesperaron,
tic-tac: días, pausas, noches, meses, ciclos, vaivenes,
hasta pisar tierra firme y reposar el mar.
Mutantes. LOS MUTANTES,
hasta fijar el que iba a ser un ritmo propio,
frente a las olas, desde la orilla.
3 habían sido sus lugares preferidos, 3 destinos posibles, 3 debates:
- la mega urbe durante sus primeros paseos por la Colonia Narvarte,
- el increíble clima de la ciudad de las flores y los nuevos estudios de su universidad de jazz, a la mesa con Pedro el trombonista…hasta que se convencieron y maquinaron el viaje sentados en el Registro Civil de la ciudad más corrupta de todo el estado,
- el puerto maldito de Veracruz.
Cómo es que lo imaginaron, cuánto es que le erraron, qué es lo que practicaron,
pues no es ningún secreto: con cada una de las sorpresas que les fueron estallando como bombas fétidas por encima de sus cabezas, se les apareció una virgen con halo de clarividencia, negra y latina, que les dio la bienvenida cantándoles un bolero.
Así es México también. Que no te falte un bolero!
Se fustigaron, perdedores, ignorantes, lloraron días y noches y decidieron regresar.
Batalla perdida, en retirada,
todavía estaban a tiempo de reconocer el camino del regreso.
Game over en la primera partida,
aniquilados a la primera de cambio, derrotados, apasionados y enfermos.
Fue ella quien tuvo que claudicar.
Entonces pararon sus relojes y platicaron,
tic-tac, pausas, meses, ciclos, vaivenes, mutantes,
mientras tacos de carnitas y tacos al pastor,
mientras cocteles de jaiba y tamales de masa,
mientras las lunas de la Villa del Mar,
los yayos disfrutaron de los chamacos, mientras los apapacharon y los malcriaron.
Desesperados,
Vendieron su alma al diablo, al miedo y a la oscuridad…
la enfermedad acampó entre sus filas, disfrazada de bacteria en el agua, en el aire, en la tierra.
Las humedades por las paredes y la corrupción en cada negocio.
Así también son aquellas temperaturas.
Apasionantes.