El miedo nace

Acerca de cómo convivir con nuestros miedos.

¿Cómo superarlos?

Mi propio viaje ¿esta quimera?

Esta semana he escuchado pláticas sobre salud mental en la radio, y también he leído sobre el miedo en redes sociales. Pero siempre es una sorpresa para mí, cuando un vecino se suicida. Y ya me ha pasado dos ves. En España es muy precaria (y no es universal): la atención sanitaria de nuestra seguridad social a los millones de pacientes con “problemas mentales”, por falta de recursos públicos, sobre todo cuando el especialista descarta que haya un riesgo, con cierta urgencia, de autolesión, de suicidio, o que vayas a matar a tu jefe en el trabajo, a tus hij@s en casa…

Cuando puedes (más o menos medicado) llevar una vida normal- puedes ser productivo, entonces te quedas en tierra de nadie: eres una más de las “locas” no confesas, que vas a tener ciertas crisis de vez en cuando (más o menos frecuentes), que vas a tratar de solucionar con visitas al psiquiatra (más o menos periódicas), en función del diagnóstico profesional de intensidad, y de sus expectativas en cuanto a las consecuencias. Lo más común es que te receten antidepresivos y ansiolíticos, fundamentalmente. ¡Y que vivan las drogas!

Conozco a mujeres que se medican de por vida ( yo misma, adictas) con el riesgo que suponen las diferentes medicaciones para otros aspectos de una salud integral. Y ya, dependiendo de tu estatus y poder adquisitivo: en el mejor de los casos tendrás un psicólogo reconocido, que te recomendará ciertas terapias, ejercicios semanales y libros de auto-ayuda, más o menos bestsellers…y te auto conocerás, auto cuidarás y mejorarás en tu autoestima. De vez en cuando harás sesiones de mindfulness/yoga, te auto medicarás con plantas naturales, como es mi caso. En la mejor de las circunstancias: viajarás, formarás una bella familia y escribirás en un blog sobre procesos vitales y transformaciones.

Conozco de primera mano estas enfermedades: he sufrido crisis de ansiedad y de ira, he cuidado de mi padre con Alzheimer, y seguimos conviviendo mi pareja y yo, desde hace más de una década, con todos nuestros monstruos y depresiones, más o menos intensas. Ambos tenemos unas lesiones por traumas complejos, desde nuestras infancias. Así que también aprendimos bien tarde, cuánto hay que cuidar de nuestras emociones, desde que somos niños.

Y qué responsabilidad tenemos las madres-padres en todo esto de la continuidad cultural, en la falta de reconocimiento de las enfermedades mentales. Tenemos que compartir nuestros miedos, pero son pocos los espacios donde hablamos de nuestra vida emocional:

Nos da miedo mostrar delirios, debilidades, limitaciones, oscuridades, vergüenzas, problemas, verdades, frustraciones. Todos nuestros fallos comunes. No queremos compartir nuestros plurales humanos. Por miedo al rechazo.

Cuando vivimos completamente descentrados hacia afuera, queriendo agradar al resto: amigos, jefes, familiares, hijos… A costa de creer falsamente que cuando los demás nos miren con ojos de deseo, nos desearemos; con ojos de aprobación, nos aprobaremos; con ojos enamorados, cuando nos amaremos…

Acaso ¿será posible complacer a tod2s?

Cuando compramos con dinero nuestras ilusiones de vida perfecta y feliz, aprendemos a existir superando pruebas, exámenes vitales que pasamos con más o menos éxito. Nos exigimos la constancia y el progreso, hasta la muerte. Nos juzgamos a nosotros y al resto. Nos comparamos y damos por hecho que merecemos esa casa, esa familia, el amor, las vacaciones de verano, una profesión reconocida, una buena proyección, el vecindario tranquilo, un viaje exótico, un año sabático, Erasmus, una nómina, un contrato fijo y una pensión…por resumir.

Etc, etc.

Entonces, el primer fracaso, aunque en verdad sea fuente de liberación, lo vivimos con muchísimo sufrimiento. Todas fracasamos y lo ocultamos porque no nos gusta hablar de ello, preferimos pasar página rápido para evitarlo.

Tanto cuando se te dan bien las matemáticas y las notas del colegio te brillan, si además no te ha costado ningún esfuerzo sobresalir, obtener la primera medalla…distraerte satisfecha…

nace un miedo irracional, a veces complicado de escuchar porque puede aparecer, al principio, tan sólo en tus sueños. Y a la mañana siguiente te olvidas de ellos, para escalar nuevas metas.

Nace el miedo al fracaso, a que alguna vez te fallen las fuerzas el día menos pensado. Es también el miedo a ser un fraude, y a defraudar.

Como cuando no se te dan bien las matemáticas y tu madre permanentemente te compara con el 1ª de la clase, para hacerte comprender que eres un ser inferior, que no conseguirás ser como los demás, tampoco como tu hermana, a no ser que te esfuerces aún más, pero tú crees que te estás esforzando lo máximo y tampoco es suficiente para ella,

Aunque vayas con la lengua fuera a todas partes, cuando no consigues cumplir con las expectativas ajenas, también nace un miedo irracional, que puedes escuchar, tanto afuera a todas horas, porque es el miedo de tu madre y también el miedo de la sociedad que te rodea, como adentro, el miedo a que la voz de todos ellos sea la verdad.

Cuando te fusionas con esa voz, cuando entra dentro de ti y se agarra a tus vísceras, a tu tripa, conquista tu espalda, tus nervios, tu corazón y se cronifica. Entonces, hay que aceptarlo: con independencia de si se te dan bien o mal las matemáticas, de los éxito o fracasos que tengas en la vida, de tu propio juicio y del de los demás,

el miedo nace.

Más allá de tus fronteras, de tu madre y sus circunstancias, al margen de qué merezcas. Deshazte de la presión y siente el miedo,

cágate y sostenlo en tus brazos como a ese bebé que llora

para conseguir comer.

Sólo así conseguirás elevarte. Primero, obsérvalo nacer.

En tu mundo

MEXICO
¿En mi casa? ¿en mi iPhone? Afuera y adentro. 

Por fuera y por dentro, cambios. 

Viajes. Mañanas. Transformaciones. Sueños…

¿En qué balcón? ¿en mi mente?

En la más pequeña, de las partículas del universo.

En sus conexiones. Oscuras.

La nada, en movimiento.

Y mi útero vacío, hambriento.

¿En verde? ¿En violeta o en rojo?

Lejos y cerca, en la red,

en Madrid, somos familia,

latiendo. Creciendo.

Soy una niña, soy galgo, soy mujer.

Soy una joven escritora, estudiante,

vasca, catalana,

emprendedora. 25 segundos

para ser y dejar de ser,

para otra persona.

Somos de paso.

Un semáforo, ahora en Teams.

Familias de músicos

y perras,

pares, de izquierdas,

entretejiendo barrios, animalistas,

activistas, ¿nos organizamos con Facebook?.

Así suceden ahora, orgánicamente,

proyectos digitales como setas,

como caracoles, calan las lluvias,

antes que la nieve.

Híbridos,

sin fronteras,

a los márgenes de las carreteras.

Es «autum»

caen las hojas, muy lentamente.

Aventureras, nómadas,

blogueras, en furgoneta,

fracasadas, te resuenan

¿sí o no?

Instagramers

seguidores abundantes,

profesores de yoga online,

retomamos «Stories en directo»

y seguimos a «Jaiki» por Youtube.

Redes sociales sin ánimo de lucro,

colaborativas

maneras de vida, “alternativas”.

Gritonas y calladas,

mejor no agradamos,

mejor sin jefes.

A solas tú y yo.

Contrarias, partículas rebeldes.

Sin información de utilidad,

caóticas y perseverantes.

Musicales, ¿por qué no?

¿Por qué no comenzar con el mejor viaje del mundo

y un buen café cada mañana?

En este balcón.

 

Reflexiones, compañeras

Cuando habitamos y compartimos nuestros espacios, cuando estamos en-por casa, por no ponerme intensa-

El sol comienza a calentar, en orden: geranios, azaleas, alegrías y cactus. Los que han sobrevivido a la gran nevada y algunos tiestos que rescatamos de la calle. Es lo mínimo que podemos hacer para cuidarnos, dedicarnos un rato cada día al cuidado de los seres verdes. Vivimos enfrente del Instituto donde fui a votar, el Gregorio Marañón. Tenemos el privilegio de ver cómo grupos de jóvenes pintan sus muros con grafitis muy chulos, que embellecen nuestras vistas.

Disfruto de estar cerca del barrio de Tetuán, soy muy fan de los barrios del centro, pero el ruido es bastante ensordecedor dentro de la M30, muchos instantes del día y de la noche, por igual. Recuerdo cómo era antes, cuando no existía el toque de queda. Y ahora, que se ha terminado…me pregunto si tonight resurgirá ese Madrid ruidoso por las noches. Durante todo un año lo único que hemos escuchado a medianoche era el semáforo para ciegos.

La primavera nos ha traído al PP muy reforzado tras un año de pandemia, aunque el PP gobierna Madrid desde siempre, y no hay nueva política. También nubes cargadas de lluvia fina, constante, días de nubes y sol, nubes blancas y negras, unas cuantas borrascas, «Hola Lola», en las tertulias de Jordi Basté, y formas en el cielo de nuestro balconcito.

No es tan fácil encontrar nuestro lugar favorito, ni tampoco compartirlo con ustedes.

Me comienzan a llover preguntas:

¿Cuál es tu lugar favorito?

¿Cuánto tiempo te llevó encontrarlo? ¿Cuántas veces cambió a lo largo y ancho del encierro?. Muy estadísticas, muy numéricas. Mucho viento. Desde dentro de mi «mejor versión» (from THE Good Place): la más creativa, apacible, soñadora, sociable…Desde mi balconcito, un lugar fuera de nuestra casa para pasar los domingos, y para ver llegar las tormentas: una detrás de la otra, domingo detrás de domingo.

Vivir cerca de un cafecito y una libreta, lo es.

Hay un intercambio.

Me enseñaron cómo alcanzar resultados, sin apenas vivir los procesos. Pareciera que el mundo se acelera, exageradamente, veloz. Nosotros con dispositivos y aplicaciones para vivir todo más rápido, completamente desfragmentados. Pero cuando estamos haciendo lo que nos gusta hacer, disfrutamos de cada momento…

Lo ensanchamos, habitándolo. Sentándonos con un café en la mano.

Y no es ningún lugar de paso. Nos fijamos en los detalles. Saboreamos cada trayecto, la leche. Sea la que sea: de vaca, de avena, de arroz o de coco. Cada instante, hasta que la taza se acabe: Y un ratito más, recordándolo. Incluso quietos en el mismo lugar, en cualquier banco. Randomly, disfrutamos. Cuando nos desprendemos del resultado, y de la meta…

Si viviéramos para o por un resultado,

Disfrutar de cada proceso, sin tanto miedo.

Educar con costumbres. Predicar con el ejemplo.

La vida de este planeta, para cada uno de sus seres vivos, es una historia que

¿trata sobre lo mismo?

Habita conmigo, este planeta-casa.

 

Algo minúsculo

Tréboles!

Sostener la práctica para estar aquí y ahora, como si fuera un regalo antes de disolvernos lentamente, antes de desaparecer ¿para siempre?. Disfrutar de estar los unos con los otros, los vivos con los muertos, también anhelar a los que ya no están cerca, a los que ya partieron. Agradecer al amor que se materializó, pero con el apego encima…de la materia, de la gravedad, qué densidad. Las sombras de la noche.

Me voy a preparar un café, mejor. Con una cucharada de miel. Un café dulce. Y voy a correr las cortinas para que entre la luz tenue, para que las hojas secas recorran todos los rincones de la casa. Para que muera lo viejo. Y qué bonitos los tréboles!

Y si fuera fácil, por las noches encontraríamos a nuestras estrellas. Pero la escritora es incapaz de recordarles sin llorar. Parió este otro post triste. De su cuerpo, de su memoria, de sus ojos sumergidos en el mismo Océano, sin gafas…y ella detrás, tecleando. Si. Escuece el mar. Es salado, mejor reconocerlo con un pañuelo en la mano y sonreír tímidamente: este no iba a ser el post de esta mañana, pero deja al verso, libertad. Y al agua, sanar y recorrer nuevos caminos, sobre viejos caminos. Y si fuera fácil, para algunas heridas internas, cultiva aloe vera.

También somos así, ¿o no? Ciclos de la vida, ciclos de la tierra, ciclos de agua y ciclos de luz. Y algunos ANIVERSARIOs nacen chuecos. Luces y sombras. El espinazo del diablo y los tréboles, en el balcón del @elmejorviajedelmundo .

¿Tu te asomas a la oscuridad, o vives en ella?

RENACER CON CADA MUERTE,